Los seres humanos aprendimos a abrigarnos aprovechando las pieles de los animales que cazábamos.
Nosotros éramos entonces de los pocos que no llevábamos abrigo propio, porque no nos vamos a engañar aunque éramos más peludos que en la actualidad hubiésemos muerto de frío de no ser por las pieles que obteníamos de nuestra caza y que nos ofrecían calor y protegían nuestros pies.
Luego con otras piezas como la piel del estómago, la vejiga o los cuernos, fuimos aprendiendo a confeccionar nuestras bolsas y hatillos, antecesores de nuestros actuales bolsos, en las que podíamos transportar el agua o alimentos que recolectábamos durante nuestras nómadas rutas de caza.
Desde entonces hemos avanzado tanto que nuestro atuendo no solo nos protege sino que además nos identifica.
Y hablando del uso que hacemos los humanos de las pieles y cueros de los otros animales, podemos decir que en la actualidad, existen dos grupos fundamentales:
Primero están las que son moralmente aprovechables, ya que provienen de animales que son destinados a consumo humano: esto es así como hemos visto desde el principio de los tiempos, ya que la raza humana es omnívora, y nuestra alimentación se basa en verduras y carnes que nos aportan la energía necesaria para nuestra subsistencia.
Cuando estamos dentro de este grupo nos encontramos principalmente con especies bobinas, ovinas y cabrias que son la base de nuestra alimentación en todos los continentes, y de las cuales tras consumir su carne nos quedan sus pieles y cueros que serían desechados de manera baldía si no les diésemos un tratamiento adecuado que permitiese poder convertirlas en la materia prima necesaria para las industrias de marroquinería y calzado.
Nunca deberían usarse otro tipo de pieles para confección de estas prendas, ya que con el correcto aprovechamiento de los animales sacrificados para nuestro consumo existe material suficiente que nutra a toda esta industria.
Dicho esto huyamos de las pieles exóticas y de especies protegidas: solo quiero hacer hincapié en que nunca debemos alentar el comercio de este otro tipo de pieles para la confección de cualquier tipo de artículo de marroquinería o abrigo, ya que con ello estamos fomentando la caza furtiva y desaparición de especies protegidas, a la vez que favorecemos el maltrato animal.
Casi ninguna especie de las que aquí hablamos sirve para consumo en nuestra alimentación de modo que simplemente se les quita la vida para robarles su pelaje o su piel, o sea su abrigo natural.
Nadie se imagina en cuánto tiempo y en que condiciones viven visones, caimanes o cocodrilos que son únicamente criados para sacrificarles por su piel, solo para satisfacer el estúpido capricho de alguno de nosotros como aderezo a nuestro atuendo.
Si queremos considerarnos seres civilizados deberíamos finalmente entender que no somos superiores al resto de animales y no podemos menospreciarlos de este modo.
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Debemos diferenciar las pieles
Debemos diferenciar entre todas las pieles
Desde la prehistoria
Los seres humanos aprendimos a abrigarnos aprovechando las pieles de los animales que cazábamos.
Nosotros éramos entonces de los pocos que no llevábamos abrigo propio, porque no nos vamos a engañar aunque éramos más peludos que en la actualidad hubiésemos muerto de frío de no ser por las pieles que obteníamos de nuestra caza y que nos ofrecían calor y protegían nuestros pies.
Luego con otras piezas como la piel del estómago, la vejiga o los cuernos, fuimos aprendiendo a confeccionar nuestras bolsas y hatillos, antecesores de nuestros actuales bolsos, en las que podíamos transportar el agua o alimentos que recolectábamos durante nuestras nómadas rutas de caza.
Desde entonces hemos avanzado tanto que nuestro atuendo no solo nos protege sino que además nos identifica.
Y hablando del uso que hacemos los humanos de las pieles y cueros de los otros animales, podemos decir que en la actualidad, existen dos grupos fundamentales:
Primero están las que son moralmente aprovechables, ya que provienen de animales que son destinados a consumo humano: esto es así como hemos visto desde el principio de los tiempos, ya que la raza humana es omnívora, y nuestra alimentación se basa en verduras y carnes que nos aportan la energía necesaria para nuestra subsistencia.
Cuando estamos dentro de este grupo nos encontramos principalmente con especies bobinas, ovinas y cabrias que son la base de nuestra alimentación en todos los continentes, y de las cuales tras consumir su carne nos quedan sus pieles y cueros que serían desechados de manera baldía si no les diésemos un tratamiento adecuado que permitiese poder convertirlas en la materia prima necesaria para las industrias de marroquinería y calzado.
Nunca deberían usarse otro tipo de pieles para confección de estas prendas, ya que con el correcto aprovechamiento de los animales sacrificados para nuestro consumo existe material suficiente que nutra a toda esta industria.
Dicho esto huyamos de las pieles exóticas y de especies protegidas: solo quiero hacer hincapié en que nunca debemos alentar el comercio de este otro tipo de pieles para la confección de cualquier tipo de artículo de marroquinería o abrigo, ya que con ello estamos fomentando la caza furtiva y desaparición de especies protegidas, a la vez que favorecemos el maltrato animal.
Casi ninguna especie de las que aquí hablamos sirve para consumo en nuestra alimentación de modo que simplemente se les quita la vida para robarles su pelaje o su piel, o sea su abrigo natural.
Nadie se imagina en cuánto tiempo y en que condiciones viven visones, caimanes o cocodrilos que son únicamente criados para sacrificarles por su piel, solo para satisfacer el estúpido capricho de alguno de nosotros como aderezo a nuestro atuendo.
Si queremos considerarnos seres civilizados deberíamos finalmente entender que no somos superiores al resto de animales y no podemos menospreciarlos de este modo.
Es importante que sepamos diferenciar las pieles.
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